jueves, febrero 24, 2005

Una espinita clavada

Tendría yo trece o catroce años y era verano, porque recuerdo que ya estaba de vacaciones. Como no hacía demasiado calor, bajé a jugar al fútbol con mi balón al campo que tenemos en la urbanización en la que vivo. Aunque había visto desde mi ventana que aún no había bajado nadie, supuse que tarde o temprano aparecería alguien más para echar un partido, que era lo único que me gustaba hacer por aquella época.

Cuando estaba llegando, me di cuenta que dos chavales algo más pequeños que yo, unos doce años, estaban haciendo el burro dando patadas a la puerta de acceso al campo, mi campo, algo que no era difícil dado que esta puerta daba directamente a la calle y cualquiera hubiera podido ejercer el mismo acto vandálico sin excesivos problemas. El caso es que en un arranque de coraje, y valorando que en caso de pelea saldría yo ganando, me dirigí a ellos sin dudarlo y les grité que si estaban imbéciles o qué. Los chicos se quedaros callados un momento pero, en seguida, el líder de la pareja me miró desafiante y me aseguró que yo no era nadie para decirle lo que tenía que hacer y de paso me llamó subnormal con una sonrisa. Me puse a cien y comencé a empujarle para que se fuera -a su compañero ni le miré porque era un pobre infeliz que sólo se reía por lo bajo cuando su amigo abría la boca. Pese a que yo era bastante más alto y fuerte que mi contrincante, y tras los empujones, aún no sé como lo consiguió pero se puso a mi espalda y, desde atrás, enganchó sus brazos con los míos y me dejó inmovilizado. Al verme reducido, intenté darle una coz con mi tacón, pero calculé mal y me golpeé a mi mismo en la espinilla de mi otra pierna. Me di cuenta que no tenía nada que hacer, me había cogido bien y era incapaz de deshacerme de él. El chaval me preguntó nervioso que si me rendía, ya que era obvio que si me soltaba él tedría las de perder, y yo le dije que sí con los dientes apretados y una sién latiendo a ritmo de tunning.

Me soltó y se fueron, dejándome ridiculizado, aturdido y bastante encendido por la situación que acababa de vivir. Observé cómo se marchaban y, ante mi sorpresa, cuando estaban a una distancia considerable, ambos cuchichearon, se dieron la vuelta y comenzaron a insultarme, por lo que arranqué en dirección hacia ellos con la excusa perfecta para buscar la revancha de mi humillación anterior. Estaba seguro de que, pese al patinazo anterior, le podía cascar sin problemas. Cuando vieron que corría, ellos hicieron lo mismo y así dio comienzo la persecución. Al amigo irrelevante le alcancé enseguida, yo corría bastante rápido y él era un gordinflas, así que esa parte fue fácil, pero como mi única satisfacción era la idea de calentar al otro, le superé sin casi mirarlo y le dejé atrás con un considerable alivio por su parte.

Corrí detrás de mi objetivo durante un buen rato, acercándome cada vez más pero sin lograr reducir suficientemente distancia que nos separaba, además, el muy jodío también tenía buenas piernas, con lo que poco a poco empecé a cansarme y a darme cuenta de que no le daría caza. En un momento dado me agoté y paré de correr frustrado, me di la vuelta y volví al campo de fútbol, donde aún estaba mi balón, y me puse a jugar yo sólo mientras le daba vueltas a la historia. Al rato llegaron mis amigos y se me fue pasando el mosqueo, no les conté nada. Nunca más volví a saber de estos dos chicos que se habían cruzado en mi camino.

Alguna vez le he contado esta historia a mis amigos y la conclusión que sacan cuando la escuchan es que soy una persona de gran nobleza por no haberme cebado con el débil, cuando pude haberlo hecho sin problemas. Yo lo pienso y, aunque me gusta esa versión de los hechos, todavía hoy me pregunto cómo no se me ocurrió la idea de tomar de rehén al gordito y esperar a que el otro volviera. Aún mellevan los demonios cuando lo pienso.

Es que le hubiera puesto hasta arriba.

5 comentarios:

Troy dijo...

Porque probablemente el primer sujeto, al que llamaremos Bobby, jamás hubiese vuelto a por el segundo, al que llamaremos Marty.

Marty se hubiese ido doblemente herido: fisicamente por ti y animicamente por ver lo que Bobby le habia dejado tirado.

Tu te hubieses quedado con las ganas de currar a Bobby y con los años te hubieses sentido culpable de haberle zumbado a Marty.

Bobby, probablemente se hubiese olvidado al de 25 segundos de Marty y de ti, el tiempo justo de beber agua de una fuente y encenderse un cigarro que le habia robado a su madre del bolso.

dwalks dijo...

tu teoría encaja, aunque estoy convencido de que Bobby no ha vuelto a salir de su casa

no es normal que no me lo haya encontrado en todo este tiempo que ha pasado

Anónimo dijo...

Siempre has sido un blandengue. Si me cogieses ahora, volverías a salir con la cabeza caliente.

Soy más rápido, más listo que tú, y además tengo mi orgullo intacto. Chincha.

Bobby

dwalks dijo...

jajajajajajaja

Troy dijo...

No le volviste a ver porque 2 meses después del episodio que relatas intentó abusar de una vecina de la urbanización de unos 10 años (la hija del concejal de obras públicas, para ser precisos) y se le internó en una institución.

Cuando salió a los 19 años era ya un consumidor habitual de opiaceos.

La heroína hizo el resto...