Que nieve en Madrid no es ninguna buena noticia. Salvo momento en el que subes la persiana y haces aaahh, todo lo que implica es negativo. Los coches parecen pesados y la gente anda raro, consiguiendo que el camino al metro parezca una excursión de discapacitados. La nieve se mezcla con la grasa y el polvo de las calles, formando un barro espantoso de profundidad indeterminada, que salpica si lo pisas y te cala. Si, como hoy, la nevada es copiosa, los árboles acumulan el producto caído durante la noche y lo van dejando caer sobre las aceras durante todo el día siguiente en dosis perfectas, en forma y frecuencia, por lo que caminar por la ciudad se convierte en un ejercicio de habilidad suprema, ya que al no resbalar y al no dejar que los pies se te empapen, se le une el evitar ser alcanzado por pesadas gotas de aguanieve desprendidas de un sinfín de ramas. Los transportes públicos se colapsan y en los bares huele mal, a serrín, a lana mojada, a mucha gente. Y al acabar el día viene lo peor, la nieve ya se ha apelmazado con tanta pisada en una especie de semihielo plano y oscuro, dejando lista para su uso y disfrute una pista de patinaje perfectamente transparente y camuflada con el suelo.
Así que no entiendo por qué me siguen entusiasmando estos días.
Fotografía tomada a las 9:45 desde la ventana de mi oficina
2 comentarios:
Le doy un 8 y 1/2 a las vistas desde tu oficina...
pues no has visto nada... al atardecer, en madrid, el cielo saca unos colores chulísimos que van dando unos tonos preciosos y cambiantes a todo lo que ves en esta foto.
... y bueno, en verano unas chicas toman el sol en ese ático
yo creo que juntamos para 9 y 1/2, no?
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