miércoles, junio 23, 2004

Las corbatas del rastro

El domingo me levanté pronto y decidí ir al rastro ya que hacía siglos que no me daba una vuelta. Ando escaso de corbatas y allí puedes comprar siete por doce euros. Estoy pasando por un ciclo en el que no me parece lógico pagar una fortuna por un complemento que no tiene ni función ni forma útil. Cuando se acabe el ciclo, comenzaré otro en el que no me importará pagar lo que haga falta por la que más me guste donde más me guste, y así andaré toda la vida.

El año pasado compré tres por siete euros y no me fue mal, hasta que alguien me dijo sin malicia que la que era mi favorita tenía el mismo diseño que los paquetes de Fortuna. Primera a la basura, gracias. La segunda la descarté yo directamente tras estrenarla. En este caso, el diseño era bastante chulo pero el problema estaba en el grosor, tipo alga nori, de la tela. Cuando terminé de hacerme el nudo, en vez de conseguir un wilson, parecía que me había liado un porro en el cuello de lo fino que había quedado. No hubo forma de mejorarlo o acolcharlo y le cogí manía a la corbata, aunque en esta ocasión no la tiré. La verdad es que tampoco le he dado otra oportunidad, ahí la tengo colgada con otras viejas glorias. La tercera, en cambio, fue un éxito: gruesa, sencilla, buen color... la uso bastante e incluso he recibido felicitaciones por ella. Así pues, ha habido de todo, como debe ser en esta vida.

Finalmente, el domingo no compré ninguna. Miré un poco en algún puesto pero no me convencían. Creo que como me vi incapaz de lograr mi objetivo inicial y comprar siete de golpe, ni valoré la posibilidad de llevarme sólo una o dos. Cosas de las ideas preconcebidas.

Como ya estaba allí, subí hasta la Plaza de Cascorro, por la acera izquierda de la repleta calle principal. Luego me di la vuelta y bajé por la derecha. Demasiada gente en la calle y demasiada alergia en mi nariz.

Así que me fui por donde había venido.

2 comentarios:

would dijo...

Debes prestar más atención a las corbatas. Para mi son casi seres vivos con sus propios sentimientos.... de hecho me ha parecido sentir que la que llevo hoy, se ha puesto triste al leer esto.

¿Complemento sin función ni forma útil?

Son, de hecho, el objeto más eficaz para evitar que te manches la camisa cuando comes fuera; el camuflaje ideal para que nadie vea ese hojal que se ha quedado sin botón en tu camisa nueva; la herramienta que siempre que te agaches, te recordará dónde está el centro de la tierra y que nunca debes descuidar un plato de la sopa sobre la mesa... Pero sobre todo, son el complemento más elegante para adornar la cabeza en las bodas de los amigos.

Por supuesto que para todo esto, también sirven las corbatas del rastro.

dwalks dijo...

Buen intento, pero has llegado tarde. He cambiado de ciclo y ya me estoy planteando el gastarme cuarenta euros en una corbata que he visto por el mero hecho de tener unas pintitas naranjas muy bien colocadas.