miércoles, octubre 05, 2005

Dando de comer a los canadienses

(los comentarios de este post han sido borrados porque soy un zarpas y me cargué el post en una maniobra lamentable, pudiendo recuperar solo el texto)

Ayer vinieron los canadienses un año después desde la última vez que lo hicieron. Tenemos un acuerdo laboral con ellos y cada cierto tiempo se pasean por Europa para agobiar al personal, un poquito, y para cenar y comer de gorra, otro poquito. Semana de papeles en el trabajo para Dwalks, más que nada para que se lo encontraran todo lo más fetén posible, y después cena y paseíto por Madrid para entretenerlos durante las horas de no trabajo, es decir, desde las siete y media de la tarde, que fue la hora a la que me pasé por su hotel para recogerles. Será por que aún soy joven, pero todavía me resulta gracioso hacer estas cosas.

Como el año pasado cuando vinieron me los llevé al Palacio Real, Plaza Mayor y esas cosas, este año quería hacer algo realmente original para que no se sintieran turistas del montón y pudieran volver a Canadá hablando de las maravillas del Madrid oculto, así que les di el paseo por Preciados, Puerta del Sol, y bajamos hasta la Cibeles para subir hasta Colón. Que me rompí la cabeza, pozí, pero es que estaba con la cabeza como un bombo después de tanto papel. La verdad es que sentí bastante vergüenza ajena de cómo está Madrid con tanta obra porque quería que les gustara lo que íbamos viendo, pero sólo caes en esas cosas cuando acompañas a alguien que descubre tu ciudad con ojos de primera vez. El caso es que cada dos por tres me decía a mi mismo "por qué te habrás metido por aquí, que da pena verlo", "joder, que por aquí no hay acera..." o "como se me caigan en esta zanja se me matan". A ellos parecía no importarles y les fascinaba la cantidad de gente que había por el centro y la vida que tenía a esas horas, me decían una y otra vez "aaahmmm" y "oohhmmm" y yo, por supuesto, como perfecto anfitrión, me inventé el nombre de casi todo y los años de construcción de los edificios y estatuas por los que pasábamos, y tan panchos todos, yo decía lo que más a ojo me parecía y ellos hacían que sí con la cabeza y sacaban fotos.

Tomamos unos vinos en Recoletos, al lado de la feria de libros antiguos que hay puesta ahora y en la que me dio a mi que venden los ejemplares a unos precios mmuuyy aleatorios. Allí tuve que contener a un canadiense que se quería comprar un libro que no entendía, básicamente porque era de villancicos gaditanos, por el mero hecho de tenerlo delante. Al final se compró un cartel de una corrida de toros que vendían en un quiosquillo de por ahí cerca, que se lo recomendé porque me pareció más el plan que llegara a Canadá con eso, y él tan contento con su cartel. El otro estuvo apunto de comprarse unas tazas con unos toros, pero pese a mis arengas, al final se echó para atrás. Casiiiiii... qué pena.

Como sabía que al día siguiente estos tipos tenían la misión de tocarme las narices en la oficina, mi última esperanza residía en empacharles durante la cena a base de vino, morcilla y villagodios a la piedra, pero al final, como yo también quería cenar dignamente, reculé y me decanté por un sitio de estos monos de cocina mediterránea imaginativa (peligrosísimo concepto tendente a la aberración en numerosas ocasiones), ya que los canadienses gozan de un cierto gusto por la comida elaborada y me pareció bastote tirar de chuletismos para cenar. Luego resultó que uno era americano de nacimiento y el otro adoraba los bistecs, pero bueno, la intención a priori era buena. Pese a que Kurt ya me ha dado su opinión, asegurando que ese sitio ya no es moderno y que había que ir mínimo hace diez años para poder justificarlo, no estuvo mal y el menú constó de:

Entrantes

Escalibada (los dos se dejaron el calabacín y, uno de ellos, media berenjena)
Tosta de queso de cabra con cebolla caramelizada (se lo comieron, pero se notaba que el queso se les agarraba al pecho porque se pimplaron media botella de Protos con la tontería)
Carpaccio de boletus con almendras (ahí arriesgué un poco y no me salió bien porque las pasaron canutas... uno se comió la seta a mil por hora y pasándola con bien de pan y el otro se puso un poco verde al segundo bocado y se la dejó)

Plato

Yo me pedí una merluza pochada muy buena
Ellos se pidieron el rape y parece que bien

Postres

Sin problemas, se pidieron un helado de piñones que les entusiasmó. Me encontré en un aprieto al intentar explicarles lo que era un piñón, pero al final me lo medio inventé también y lo eligieron. Yo me tiré a por el tiramisú, pero fracasé porque me sabía un poco a tarta de cumpleaños.

Con esto y dos botellas de vino entre tres, les llevé al hotel bastante cocidos y con la sensación de que el milagro podría ocurrir, pero finalmente hoy han sido muy puntuales, por lo que se ve que no han tenido demasiados problemas para digerir los boletus, los muy tragaldabas, ni les daba asco al acordarse por la noche, como rezaba mi plan B.

Hoy hemos currado (muy bien, por cierto) y hemos terminado a la una porque se iban pitando a las dos a coger el avión a Alemania (next stop). Como no teníamos demasiado tiempo, me los he llevado al VIPS y yo me he pedido mi sándwich VIPS habitual, pese a mis esfuerzos por evitar repetir por quincuagésima vez consecutiva. Me han imitado pidiéndose lo mismo, y han triunfado, la verdad, se han ido a Alemania muy satisfechos con su sándwich entre pecho y espalda, y yo, preso de la euforia, no me he cortado y he pasado mi tarjeta VIPS ahí delante de ellos. Mazo cutre, ya (tener tarjeta VIPS, digo)

5 comentarios:

J dijo...

ha pasado algo aquí? por q no hay ningún comentario?

dwalks dijo...

había unos treinta comentarios, pero me cargué el post borrando unas cosas y sólo pude recuperar el texto

Roberto Iza Valdés dijo...
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Roberto Iza Valdés dijo...
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Roberto Iza Valdés dijo...
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