Enfilo la última semana que me toca trabajar completa antes de las vacaciones (un mes del tirón) y no me siento como... como otros años a estas alturas. A lo mejor el hecho de tener que ir a currar los dos primeros días de la semana que viene no me permite tener todavía esa sensación de ya-están-aquí, pero creo que también hay otros factores que están influyendo en mi percepción de este momento.
1. Me he puesto malo.
Este fin de semana he salido bastante y supongo que la combinación de choques térmicos a la que nos vemos sometidos todos los madrileños en verano, al entrar y salir de locales con el aire acondicionado a tope, ha podido conmigo.
Ya el domingo me levanté con una presión en el pecho que indicaba que esto no acabaría bien, me conozco ante este tipo de situaciones y la identifiqué enseguida. Mi voz sonaba rara, muy grave, y no podía evitar que me salieran gallitos cada vez que intentaba enfatizar en algo, algo así como cuando el príncipe Felipe daba discursos a los quince años de edad. La comida también me sabía rara y una tosecilla de ultratumba no acababa de desaparecer, pese a intentar reducirla bebiendo agua continuamente. Para rematar la faena, me eché una siesta tremenda en la que me quedé frío y, cuando me desperté, directamente me quería morir. Desde ese momento hasta hoy, que ya me empiezo a encontrar mejor, he sufrido uno de los constipados de verano más molestos que recuerdo. Del pecho pasó a la nariz y de la nariz a la garganta, donde parece haberse quedado a pasar unos días. Tengo bastante tos, me he comprado un jarabe y todo, y estoy muy congestionado en general. De hecho, en este mismo momento me sale un silbidito de la nariz con el que soy capaz de sacar cualquier melodía que se me ocurra.
2. Mucho trabajo
Siempre ocurre igual. A finales de julio todos los clientes con lo que tengo algún tipo de relación quieren cerrar sus asuntos, por lo que me tengo que enfrentar a una avalancha de documentación técnica que exige una decisión (mía) sobre la misma antes de finales de mes. No soy una persona que se estrese demasiado con los agobios del trabajo, más que por mi carácter, es por una actitud que procuro cultivar, pero hay momentos en los que me es imposible mantener la calma. La realidad es que hay más cosas que hacer que tiempo disponible y eso es un problema cuando se da por hecho que lo sacarás a tiempo.
Al final nunca pasa nada, tanto si sale como si no, pero de eso no te das cuenta hasta que ha terminado todo.
3. Plan algo incierto
Dispongo de un mes de vacaciones y ya tengo una semana decidida. Me voy a Canarias con AGr, CF y con un colega de AGr que no conocemos porque se ha apuntado a última hora. Uno más, estupendo. Respecto a este viaje, que ya fue planeado hace tiempo, siento una mezcla de ilusión y nostalgia, sentimientos que aparecen por separado y de forma aleatoria dependiendo del momento del día, o del día a secas. Lo cierto es que me apetece muchísimo ir porque es el plan perfecto, pero a veces soy consciente de lo mucho que sigue cambiando todo para mi en tan poco tiempo y, en cierto modo, intimida un poco el mero hecho de seguir hacia delante, cada día un poco más.
He oído decir a la gente que me ha ofrecido su punto de vista personal sobre mi situación, que cada día es un poco mejor que el anterior y que esto va poco a poco, pero va. Supongo que cuando haya pasado el tiempo suficiente y mire hacia atrás, globalmente también tendré esa opinión, pero a día de hoy lo que veo es que por cada tres pasos que avanzas, alguno también retrocedes, y el día que toca retroceder es duro.
Al resto de mis días de vacaciones aún no les he asignado nada, y aunque se empieza a escuchar algo acerca de un fin de semana en el Mediterraneo, no me preocupa en absoluto la idea de quedarme en Madrid en agosto. De hecho, si todo se diera bien, podría ser un verano bueno de verdad.
jueves, julio 29, 2004
A falta de seis días
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2 comentarios:
1. Debes ser tú con tu nariz el que me está taladrando desde que he llegado con la melodía del Puente sobre el Río Kwai. Dame paz, que aún no son las 9 de la mañana.
2. En tu trabajo nunca pasa nada. Esto puede llegar a ser incluso aburrido, y quizás por eso tocas melodías con la nariz.
3. Los planes que improvisados son siempre los mejores, diga lo que diga Hannibal Smith. En cuanto a tus cambios, el secreto es hacer el camino seguido de amigos para que cuando toque retroceder, te topes con que están ellos impidiéndotelo.
Tócala otra vez, dwalks.
... ahora estoy tocando la de Dragostea, pero no consigo llegar a los agudos.
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